Las cortinas estaban corridas. El silencio dio paso al lamento del vendaval. La tela sobre el corazón estaba más que rota. Sangrante. Vacía.
Muy poca sangre quedaba y con ella vestigios vitales. Que el corazón no palpite, que los órganos no funcionen, no significa que se extinga la vida.
Vicereine de los Ángeles Arnauld aún tenía lágrimas en las mejillas, escasa sangre en sus venas pero su semblante era inamovible, sólo parecía dormida. Dormida con una enorme mancha sangrienta en el pecho.
Alguien la rodeó con los brazos con sumo cuidado, tratando de no mancillar tal divino estado. –Como si estuviera dormida. –Se esforzaba en pensar Denial.
La camisa blanca se impregnó de sangre y abundantes lágrimas sustituyeron las de Vicereine y la dejó en la cama tal como estaba a su llegada. Denial se dirigió a la ventana pero antes de irse, antes de verla por última vez, regresó junto a su cuerpo y la besó. Cerrando los ojos cayó en una ilusión tan bella y cruel; al besarla solo sintió como si ella también le correspondiera el beso y envuelto en esa emoción se dejó llevar. Sin embargo al abrir los ojos comprendió que todo fue mentira, ella estaba igual de muerta, con los ojos cerrados y el corazón deshecho. Literalmente.
Vicereine